viernes, 1 de diciembre de 2006

28.Día 10: EL MATATU LOCO

28.Día 10: EL MATATU LOCO

Era jueves y comencé ya el trabajo con las hermanas. Iba a realizar el catalogo, pero apenas pude hacer una introducción, pues nos habían invitado a la comunidad de Korogocho una comunidad jesuita para hablarnos de sus actividades en cuanto al sida, y teníamos que ir a la otra punta de Nairobi. Eran amigos de Dennis, y atravesamos todo el slum hasta terreno asfaltado para coger el "matatu". Como a esta gente no les gustaban las preguntas, decidí descubrir por mi mismo que era eso. Los mercados del slum son muy curiosos, y yo me distraía con cualquier cosa, hasta que escuche, ‼Corre que se nos escapa!!, sin saber a donde iba, apenas pude parar un segundo y decir ¿Esto es el matatu?, pero en realidad quise decir: ¿Aquí vamos a ir?!!. Me dieron la bienvenida la música a todo volumen, asientos apretados y cachivaches colgando por todos lados (yo me senté al lado del conductor). La única definición válida que encuentro es "especie de fragoneta tuneada", con dos empleados: el conductor y un secuaz que mantiene la puerta abierta y va gritando a la gente que el destino del Matatu, por si se quieren subir, y armado con un pedrolo golpeaba el techo cada vez que alguien se quiere subir. Si querías bajar debías golpear el techo mismamente (con la música no se escucha la voz). Con capacidad para unas doce personas íbamos a toda leche a ritmo de pitidos, chillidos y pedrolazos, mientras esquivábamos gente, bicicletas, otros vehículos aun por definir y animales de granja. Una vez fuera del slum, me di cuenta que no había ni pasos de peatones, ni semáforos, ni señales de ningún tipo, ni nada. Yo, que me hice creyente de golpe, y me puse a rezar mientras bajamos una cuesta a una velocidad del todo inadecuada para las circunstancias, vi cumplidas mis plegarias avistando al fondo un semáforo que para mi satisfacción absoluta se ponía en rojo. Conforme nos acercábamos comprendí que el conductor ni se había planteado siquiera la posibilidad de parar y atravesamos la encrucijada de caminos a toda leche haciendo que los coches de la perpendicular frenaran en seco. Todos los cruces eran así, el más valiente pasaba, un tipo de conducción agresiva total que yo llevaba un poco mal, sobre todo después de cruzarnos con dos accidentes. Había señales en las partes céntricas de Nairobi, pero yo nunca las he visto con menos autoridad que aquí. Decidí distraerme como fuera para no sentir ese vacío estomacal cada vez que tomábamos una curva, y observe que Nairobi era una ciudad bien bonita, con grandes edificios y grandes caseríos que ocupaban mucha extensión de terreno, pero lo mas llamativo para mi fue esa naturaleza exuberante con esas flores y esos árboles grandiosos por todos lados. Me quede asombrado y empecé a soñar como seria el viaje a Marsabit y la naturaleza fuera de la gran urbe que ya me tenia anonadado. Cuando llegamos al destino tras pasar ese laberinto de ciudad con ese engendro de calles disparatadas que para más INRI tenían el sentido de la circulación a la inglesa por eso de haber sido colonia. Salí escopetado del matatu y empecé a pensar en la elaboración de un videojuego a mi vuelta a España. En la parada de matatus los veía pintados de todos los colores, con todo tipo de combinaciones de luces traseras, pegatinas enormes de fútbol, religión, animales y todo lo estridente que se pueda llegar a imaginar. Era la primera imagen de una nueva vida. Me sentía como si hubiera vuelto a nacer.
Allí nos esperaban los jesuitas, que nos llevaron en coche a una ricachona zona residencial justo al lado de un slum. Ahora comprendería porqué bromeaban acerca de ese sitio la noche anterior, y lo llamaban "la vida Bourgeois"

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