lunes, 4 de diciembre de 2006

38.Día 16: ATASCO EN LA CABEZA

Ya estaba todo arreglado para ir rumbo a Marsabit, y yo estaba más feliz que una perdiz, pero como había quedado con los misioneros a las 9 en la otra punta de Nairobi, salimos a las 6, pues el tráfico en la ciudad era terrible. De hecho llegaríamos por los pelos. Encarnita me acompañó porque tenía otros recados que hacer, y conducía Peter, el chofer de la parroquia. Y no penséis que esto del chofer son reminiscencias de la época colonial; es una cuestión de supervivencia, porque para conducir en Nairobi o hay que ser muy valiente, o muy inconsciente, o hay que haber nacido en la urbe y conocer las calles.

Era un hombre agradable y hablador, le interesaba todo lo que tuviera que ver con coches y motores. En tres horas de atasco te da tiempo a hablar de todo un poco y Peter sabía conversar; empezamos con Kenya, los asuntos personales, la familia y la política, hasta que se creó el debate sobre la situación de la mujer. El defendía un orden, donde la figura del hombre prevalecía por cuestiones prácticas, y pensaba que la europeización de Kenya había traído cosas malas como el nuevo concepto de mujer dispuesta a mandar. Poco más o menos yo debatía sus ideas, pero sentencié lo bueno y lo malo, hasta crear cierta tensión en el ambiente y cortar la conversación de algún modo. No tarde mucho en arrepentirme y darme cuenta de mi solemne estupidez y de mi enorme bocaza de europeo arrogante. Había desperdiciado una buena oportunidad de conocer la mentalidad de una persona de Kenya, que además me hablaba con humildad y apertura, por la tonta necesidad de dar a conocer mis puntos de vista y de hacerlos valer. Desde luego, hablar de humildad es tan fácil, como difícil es llevarla a cabo. Ya con la conversación menos animada gracias a mi intervención de niñato europeo, pude fijarme mejor en la ciudad y sus árboles. Podría hacer uso de la expresión mas utilizada de la historia y decir que “Nairobi es una ciudad de contrastes” y no dejaría de ser cierto. Aquí las casas de los ricos se expanden a lo ancho, con grandes parcelas de terreno de jardín, y árboles enormes de todo tipo. Muchas eran de la época colonial, bajas y con porches, de gran belleza. Sin embargo, lo más llamativo y bonito de Nairobi, eran otros edificios totalmente inesperados, y que si preguntara a cualquiera jamás adivinaría. No eran ni más ni menos que flamantes y estilizados templos hindúes.

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