viernes, 1 de diciembre de 2006

27.Día 9: STREET BOYS

Esa mañana decidí ir con Dennis al proyecto de los niños de la calle, allí nos esperaban una veintena de chavales en una casucha del slum a punto de caerse en la que había una improvisada clase donde se procuraba que estudiaran swahili, inglés y matemáticas básicas. A los que mostraban progreso se les llevaba a la escuela. (Se probó llevar a todos a la vez, pero sencillamente hacían pellas o armaban jaleos). Pero la mayoría estaban fuera de la casa peleando, haciendo ruido y entraban y salían sin respeto ninguno hacia nada. Se podría decir que cuanto mas grandes son, mas asalvajados están y son los pequeños los que mejor responden a los estímulos de los trabajadores sociales del centro. Estos chavales duermen donde pueden y en gran parte son huérfanos, el programa de los padres combonianos les daba comida tras las clases, de todas formas los chicos tenían recursos propios. Hay dos elementos que acompañan al prototipo de "street boy": un saco en el cual meten todo aquello comestible del estercolero (sobre todo comida de las compañías aéreas y azucarillos), y su bote de pegamento, el cual esnifan de continuo. El pegamento es una mezcla de cola de carpintería y petróleo, algunas mujeres lo fabrican como negocio y su precio es tan asequible que esta al alcance de cualquiera. Está envasado en botes de plástico que los chavales sujetan con la boca mientras aspiran por la nariz. Los efectos: estar colocado todo el día, y dependencia de la sustancia. El programa ofrece para aquellos que deseen dejar la droga, la posibilidad de ir a un centro al otro lado de la ciudad en el cual residen al menos un año, y se procura la reinserción tras el abandono de la droga, sin embargo muy pocos conseguían salir realmente de su situación. Esa mañana la pelea era porque alguien había robado el zumo de frutas que uno consiguió encontrar en el estercolero, peleaban como adultos, pero lloraban como niños. Separarlos no fue cosa fácil. Era un proyecto muy complicado. No había muchos medios, y era complicado manejar tanta agresividad. No era fácil enseñar matemáticas a alguien completamente colocado.
Sin embargo había chavales encantadores, y que se tomaban las clases en serio y querían prosperar, entre ellos estaba Elvis, un niño muy inteligente y con grandes cualidades. Yo daría cualquier cosa por sacarlo de esa situación y proporcionarle un futuro. Me dediqué por la mañana a hacerles compañía y hablar con ellos. Por la tarde iríamos a jugar al fútbol a un descampado. A mi me toco en el equipo de los abusones (los grandes) y íbamos rotando con los equipos de los pequeños, los que lógicamente no tenían nada que hacer. La pelota se nos coló varias veces, había un par de chupones insoportables, y acabamos rendidos y exhaustos hablando de todo un poco al final. Ya se que suena a tópico, pero ¿acaso no es el fútbol el lenguaje internacional? Lo único que no me explico es como podían correr y jugar así con el bote de pegamento enganchado en la boca. Nuestro portero era un espectáculo dantesco, totalmente tirado y sin capacidad de reacción pese a los gritos y chillidos que le dedicábamos cuando llegaba el equipo contrario. Quedé en unirme a ellos otro día, pues Elvis y otro amigo suyo querían que les hiciera un retrato (por la mañana ya les pinté un par de cosas). Hablamos sobre el pegamento y me prometieron que ellos dos jamás lo probarían pues sabían que crea dependencia y después de eso no tendrían posibilidades de futuro. Si pudiera mentirme a mi mismo me conformaría con eso. Pero sabía bien, que harían falta muchas otras cosas para que las vidas de esos niños no acabaran en tragedia.

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