viernes, 1 de diciembre de 2006

31.Día 12: UNA CUESTION DE DIGNIDAD

No voy a relatar la de veces que se fue el suministro de agua, o de luz, pues seria aburrido, ni la de veces que la gente me pedía dinero o cosas, ni tampoco las "trampas" que me creaban para comprometerme a colaborar económicamente con proyectos, ideas, etc. Era habitual, sin embargo ese día me lleve una gran sorpresa en la reunión con los aspirantes a misioneros cuando se precipitaron y revelaron claramente que toda la parafernalia de crear un proyecto para el grupo de jóvenes, era tan sólo una excusa para que yo les mandara dinero desde España incondicionalmente. Se pusieron muy duros, y casi me exigieron aceptar un compromiso económico sin haber empezado siquiera a hacer nada. Puedo comprender que se busquen escapatorias, y un blanco siempre es una oportunidad, pero que fueran los aspirantes a misioneros los que crearan la trampa y que fueran tan sucios me decepciono un poco. Yo defendía que se olvidaran de buscar financiación hasta que se creara algo que mereciera la pena de verdad, y que yo personalmente no me comprometía a nada porque no tenía medios y porque no tenía argumentos para confiar en el proyecto ciegamente. Ese posicionamiento destruyó fulminantemente para ellos todo lo demás, a saber: todas las buenas intenciones, el proyecto que ya estaba diseñado, y nuestra relación de camaradería. Con cierto mal sabor de boca fui por la tarde a la reunión de los scouts. En un cuartito que había decorado con fotos y posters el jefe, nos juntamos un grupete de 12 chavales de 12 años de media, mas algunos pequeñajos. Me enseñaron lo que hacían, y hablamos un poquillo sobre las diferencias de nuestros grupos y de sus campamentos donde todo lo hacían ellos con palos y maleza (tiendas, fuego, construcciones mínimas…), luego nos fuimos a jugar al lugar donde yo vi la flor de lis pintada en una chapa. Tras la misma había un descampado, que Michael (el jefe) se había reservado para jugar y hacer talleres con los chavales. Que un mzungu (un blanco) acudiera y llevara consigo una pañoleta no era algo cotidiano y por ello de camino al sitio se nos fueron adhiriendo chavales que finalmente participaron de la reunión con nosotros. Michael, que era perro viejo supo aprovechar la ocasión y se saco de la manga sus mejores juegos y triquiñuelas, que hicieron las delicias de los chavales. Tenía una relación como de abuelo con los niños y sus juegos eran tradicionales, con pañuelos, piedras y otros objetos, yo hice también algo de lo que sabía. Luego ensayaron formaciones militares (marchas, posiciones, saludos) y finalmente nos fuimos a hacer una foto todos juntos a una tienda de fotografía. Durante el camino, ayudamos a unos chavales que intentaban desatascar el barro que impedía pasar las corrientes de agua al lado de su casa. Uno de los niños de los scouts me dijo que por eso eran scouts, para ayudar a la gente. Esos niños eran distintos, tenían una madurez especial, no escuche ni una sola petición de nada en toda la tarde. Que se respirara esa dignidad en el seno de mi asociación me lleno de orgullo, yo esa tarde me lo pasé pipa, y procuraría reincidir.

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