miércoles, 15 de noviembre de 2006

07.Día 2: UN BLANCO PERFECTO

Por la mañana Encarnita y yo nos preparamos para visitar mi destino. Las calles de los suburbios están atestadas de gente, coches, bicicletas, y todo tipo de animales correteando. Actualmente hay una guerra declarada entre los vendedores ambulantes y la policía, que quiere que se vayan a zonas preparadas para ellos pero en las que no logran obtener el dinero suficiente. Para que os hagáis una idea, esto se asemeja mucho a los suburbios brasileños (a mi me recordaron a la película “Ciudad de Dios”), con edificios muy bastos, tendederos, colores grises, mucho polvo y mucho ajetreo. En el camino semi asfaltado mucha gente se acercaba a saludar a Encarnita: enfermos, viejos, y gente conocida, pero sobre todo los niños: a ritmo de “How ad yu?” (How are you?) se acercaban a darte la mano, riendo y jugando contigo, pese a vivir en pésimas condiciones no se puede decir que les falte alegría. El caso es que hay muchísimos en las calles, supuestamente la escuela se ha proclamado desde hace años como gratuita, sin embargo la realidad es otra, ya que hay que pagarse el uniforme, los libros, la matricula, y aquí pocas gente puede permitirse eso.
Al principio lo que era una anécdota, se convirtió en un hecho extraño, todos los niños se acercaban diciendo lo mismo: how ad yu?, algunos tímidos y otros mas valientes, pero todos querían darme la mano a mi y a Encarnita. Al cabo del día le habría dado la mano a unos 100 niños a ritmo de How ad yu?, habari zako? Mzuri (Como estas? Bien), cuando le pregunte a mi amiga que como podía ser que se repitiera esa situación insistentemente me dijo que era una mezcla de inocencia y juego, con la intención de sacarte algún dinero (lección aprendida a través de sus padres, claro). Al ser los únicos blancos (algo difícil de disimular) somos presa fácil. Lo que no podía imaginar es que esa misma situación y esa insistencia en el “How ad yu?” se iba a repetir todos y cada uno de los días que estuviera en los suburbios de Nairobi.
Caminamos por Karibangi, hasta llegar a la línea que divide a este suburbio de Korogocho. Esta línea es el fin del asfalto que a su vez separaba la pobreza extrema y el tumulto de Kariobangi de una realidad que se hace insoportable a los ojos y que ojalá nadie tuviera que ver.

2 comentarios:

Lu dijo...

No se porqué... mi imaginación me lleva hasta Korogocho y he visto tu cara antes de cruzar esa "frontera". Me emociona saber de tí, y que nos des la mano con tus relatos para conocer tu viaje. Gracias Angelillu!

Bac Hylon dijo...

Mecachis los mengues... yo visitando el blog de malakai y sin enterarme de que habías cambiado de sitio, y de que continuaban tus aventuras donde las dejaste.

Me pongo al día rápidamente.

Un abrazo.