miércoles, 22 de noviembre de 2006

13.EXCESO DE EQUIPAJE

Ir a Korogocho con mi maleta era más que peligroso, por ello me sugirieron llevar la pequeña mochila y dejar el resto en la casa de las hermanas que tenía medidas de seguridad suficientes (vigilante nocturno y diurnos, enormes verjas que cerraban la casa de noche, recinto cerrado, alambradas…). De hecho esta es la ciudad de los candados: en los grifos, la televisión, todo lo de valor se guarda con celo. El padre Danielle dejó claro desde el principio que ni pensar siquiera en llevarme allí la cámara de fotos, cámara de video, reloj, móvil u otros objetos de valor. La verdad es que estaba un poco asustado de volver a Korogocho, estaba bastante intranquilo, miedoso, me repetía que me diera un tiempo, que si era excesivamente duro el vivir allí siempre podía tomar medidas…Como quería ser discreto me llevé lo justo y necesario (un par de camisetas, pantalón, carpeta y libro de swahili, bolis, sudadera y ropa interior), de todos modos la espera fue larga, ya que esperé tres horas más de lo que dijeron. Fue el padre Paolo el que apareció y al ver como me ponía mi mochilita me dijo que no hacía falta que me llevara todo mi equipaje. En ese momento me acordé de la madre que lo parió y de toda su familia literalmente, pero respondí de forma diplomática. Durante el camino me dio algunas instrucciones básicas para vivir en Korogocho y cuando terminó le pregunté acerca del swahili, el me dijo que si al menos supiera alguna otra lengua bantú (como él, que sabía dos idiomas bantúes antes de hablar swahili) tendría alguna facilidad, en mi situación hablar swahili sería algo difícil de conseguir. Dicho esto se le acabó el periodo de prueba, por muy misionero buena persona que fuera no tendría más remedio que conocer mi arma más famosa, sufriría el látigo de mi indiferencia hasta que decidiera ser mínimamente agradable conmigo. El resto del camino lo hicimos en silencio.
Por otro lado entrar en Korogocho de nuevo, no supuso gran cosa. Cruzar la línea donde se acababa el asfalto fue algo natural y observaba mi entorno con otra mirada, me había adaptado rápido y tuve un súbito cambio de actitud que me hizo venirme bien arriba, tenía mucho que aprender y obviamente allí había mucho trabajo por realizar. No puedo explicar cómo sucedió pero desde ese momento en adelante (hasta día de hoy) absolutamente nada me haría venirme abajo, al otro lado de la línea entre la tierra y el asfalto se quedaba despidiéndome una parte de mi mismo que se iba para siempre.

1 comentario:

Caminero dijo...

Hola Ángel, ante todo decirte qeu cada vez abró tu blog más ansioso de lo que nos vas a contar cada día. A tu lado mis problemas que son exámenes básicamente son nimiedades. la verdad es que me estás haciendo reflexionar bastante. Por lo demás todo bien, salvo que se te echa de menos.

Cuídate mucho, te necesito de una pieza para jugar esos partidos de squash a los que me aficionastes.

Un abrazo muy fuerte y abre tu correo cuando puedas te mandé una fotillo, pero sin prisas cuando puedas.

Una abrazo muy grande hermano!!!!!