lunes, 20 de noviembre de 2006

10.MADRES Y HERMANOS

En pleno centro del “slum” se encontraba la casa de los misioneros. Si bien era una chabola en toda regla, se distinguía un poco de las demás en cuanto a la construcción, y por estar pintada de colores alegres. Posters antiguos de carácter reivindicativo colgaban de las paredes, y podríamos describir el sitio como la casa de un naufrago con toda serie de inventos y sistemas de cañerías extraños, con puertas a medio caer, plantas a medio regar, pero con cierto encanto. Coronaba la casa una bandera multicolor (símbolo de la paz para los italianos) hecha jirones y bastante descuidada.
Allí estaba el padre Danielle (con quien me estuve comunicando antes de llegar a Kenya), tenía mucha prisa y apenas pudimos intercambiar un saludo. Era una persona más bien joven y jovial, en la casa había dos padres más y dos aspirantes jesuitas que estaban en el hospital ya que uno de ellos había cogido una malaria. Como Encarnita tenía que resolver unos asuntos me quedé hablando con el padre Paolo (italiano, como Danielle), de un carácter más bien sombrío. Me preguntó que cuanto tiempo iba a estar en allí, cuando le dije que dos meses, me respondía que más de un mes era mucho para una persona como yo. De todos formas propuso que habláramos de los asuntos importantes en una reunión posterior al día siguiente (esa noche estaría con las hermanas, pues ellos esa noche estaban fuera de la ciudad), quiso tantearme un poco y me preguntó sobre mis expectativas: yo le dije que mi intención era estar implicado en algún proyecto concreto, procurar ser útil, sin molestar ni entorpecer la labor que ellos hacen. A esto el me respondió que no era bueno que pensara de esa manera, pues me podía llegar a sentir “frustrado”. Tras la calurosa acogida y algunas palabras más me dejó ver por mi cuenta las habitaciones mientras él resolvía algunos asuntos. Yo por supuesto estaba tratando de darme un tiempo y no pensar en como regresar a España antes de lo previsto. Luego llegó el padre John, de Kenya, y que me dio una buenísima primera impresión. Simpático, jovencísimo, bonachón, y muy listo. Poco después llegaría Encarnita y volveríamos a Kariobangi. Ese día recordé cuando mi amiga Laura de Italia me hablaba de las diferencias entre gatas y gatos: Las primeras son limpias, constantes y cariñosas, los gatos son sucios, les gusta meterse en problemas y pasar el día fuera de casa. Sin entrar en más valoraciones en este caso concreto había grandísimas diferencias en el trato, la forma de actuar, y la organización. También es cierto que los padres eran bastante más jóvenes que las hermanas (una media de 38 años frente a una media de 55). De cualquier modo, y sin entrar en polémicas y haciendo caso omiso al vocabulario convencional, desde ese día para mí ellas serían mis madres, ellos mis hermanos.

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